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Grupo 7

En búsqueda de un nuevo comienzo

Actualizado: 5 nov 2023


Índice

Japón Occidentalizado


La nueva identidad japonesa - Introducción


En 1868 llega al poder japonés el Emperador Meiji, dándole un fin al período Edo. Con el nuevo Emperador, Japón entra en una etapa de gran cambio y modernización, con un claro objetivo de convertir al país en una potencia económica mundial. La búsqueda de modernizar Japón está ligado a un conflicto socio-político con China. Ambos países compiten en una ‘guerra fría’ para lograr ser el más avanzado y occidentalizado: ser una potencia mundial a la par de Estados Unidos y ciertos países europeos. Esta modernización y “occidentalización” son característicos del período Meiji en Japón. Aparece una búsqueda internacional del conocimiento, una apertura de fronteras para aprender sobre el mundo más allá de Asia. Esto llevó a un intercambio de conocimiento entre ambos, llevando a la creación de escuelas occidentales en Japón. Se ve una influencia occidental reflejada en el arte, vestimentas, arquitectura y en avances tecnológicos como trenes, telégrafo, materiales de construcción, etc. “La apertura de mercados y relaciones comerciales con [occidente] ha servido de impulso para algunas importantes iniciativas oficiales.” (David Almazán, 2003, 2) A Partir de está apertura, respondida por un mestizaje cultural, sectores de la industria y economía japonesa tomaron un nuevo valor. Lo antiguo se transforma y reivindica, como lo fue en el sector artístico. La xilografía japonesa aparece como forma de propaganda y expresividad del gobierno.

La búsqueda de una nueva identidad ‘moderna’ japonesa se ve reflejada en la arquitectura, con su tecnología, lenguaje y la funcionalidad de los edificios. Es una indagación de parte del gobierno Meiji, pero no es nueva. Históricamente las dinastías que llegaban al gobierno eliminaban referencias a la dinastía anterior. El gobierno Meiji sigue la tradición de los gobiernos anteriores. Buscan generar una nueva identidad japonesa, crear obras occidentales y promover pinturas y técnicas de occidente, para así crear una imagen diferente a los emperadores anteriores. Se sigue cierta tradición japonesa, aunque se le da un nuevo discurso: los Meiji pueden occidentalizar al país y hacerlo competir con el resto del mundo, lo que los hace superiores al gobierno anterior; por eso hay que eliminar la memoria del shogunato del período Edo. Cualquier aparición de obras con lenguaje o función occidental no es casual, como tampoco lo es la introducción de obras de arquitectos occidentales con lenguaje oriental. Es parte de la propaganda del gobierno Meiji para lograr convencer a sus ciudadanos y al resto del mundo, que un país oriental puede ser tan importante como uno occidental gracias al Emperador Meiji.

Para demostrar la búsqueda de la nueva identidad japonesa, se tomarán como casos de estudio edificios estatales que transmiten la identidad japonesa occidentalizada a través de su función, disposición espacial, estética y lenguaje. Se analizará el Hotel Imperial y la Estación de Tokio como dos edificios emblemáticos de la ciudad capital de Japón y del período Meiji. Se indagará en el lenguaje que utiliza el arquitecto japonés Tatsuno Kingo en los exteriores de sus edificios en Tokio y la manera en la que la imagen de los edificios es un mensaje directo a los ciudadanos japoneses como también propaganda al resto del mundo. La funcionalidad de estos dos edificios en particular dialogan mucho con occidente, ya que es a principios del siglo XIX cuando nace el tren en Inglaterra. Son dos conceptos importados a Japón desde occidente, para demostrar el avance y la apertura del Japón Meiji. Los cambios socio-político-económicos se ven como la germinación de la búsqueda de occidentalizar el país. Se cambia la capital de Kioto a Tokio y el Yen es establecido como moneda nacional. Aparecen cambios en la vestimenta, con galeras y vestidos, tanto como la introducción de invenciones occidentales: el carruaje, el telégrafo y el ferrocarril.

Los ejes de análisis de los casos de estudio van a medir qué tanto colabora el edificio en la creación de una identidad japonesa occidentalizada. La disposición espacial del Hotel Imperial de Wright, tanto en su exterior como en el interior, dialoga con una tradición japonesa como con espacialidades occidentales. Se ve reflejada la disposición de las pagodas, con lo más sagrado en el centro del recinto. En el caso del hotel, el restaurante aparece en el centro, dando a entender que es el corazón del edificio. La estética de la Estación de Tokio de Tatsuno Kingo responde a conceptos occidentales en su totalidad. Se ve una clara intención de construir arquitectura estatal con lenguaje europeo importado para fijar el concepto de un Japón moderno y avanzado. Además, la función de la Estación es Inglés: los trenes son inventados en Inglaterra en 1802, y son importados a Japón en 1872. No es una invención nativa del país asiático, como tampoco lo son las estaciones que acompañan al ferrocarril. Estos ejes, al ser promovidos por el gobierno para crear su nueva imagen occidental, cumplen un rol de propaganda activa. No son edificios inocentes o casuales, sino que es una búsqueda activa para insertar al país en la mira del ojo occidental y demostrar su valor como posible potencia mundial, algo que Europa y América no necesitan hacer ya que ellos son la medida de lo moderno y cómo debería verse un país poderoso.

Japón debe introducirse en el mundo moderno. Es una búsqueda activa y desesperada, pero no sólo aparece en Japón. China hace lo mismo, la India también; este fenómeno de buscar una identidad moderna occidentalizada es regional en Asia. Hobsbawm menciona que “las demandas que los Estados imponen a sus ciudadanos han ido aumentando de forma considerable, mientras que la habilidad de los ciudadanos para sustraerse a estas demandas ha disminuido de forma dramática. Por lo tanto, tenemos hoy la necesidad de desarrollar incentivos para que el ciudadano se identifique individual y colectivamente con el Estado.” (1992; 8). Es el reflejo de uqe en todo el mundo moderno aparece la necesidad de generar identidad en relación a la nación, de generar patriotismo. Japón no es la excepción, sino uno de los tantos ejemplos en donde se observa claramente el deseo de construir una identidad de la que los ciudadanos estén orgullosos y los ponga en la mira de occidente. Al servicio de esta inserción en occidente aparecen las postales, grabadas con xilografía nacional. Se muestra un país similar a Europa, con vestimentas occidentales, pero fondos y técnicas japonesas, haciendo evidente al resto del mundo que Japón es moderno y puede llegar a ser una potencia mundial a la par de los Estados Unidos.“Se han dado intercambios culturales entre estos dos extremos del mundo, hasta hacernos la impresión de que ya no están tan lejos el uno del otro”. (Gómez Aragón, 2016; 17).



El lujo y confort llega a oriente: el hotel imperial de Frank Lloyd Wright


El Hotel Imperial de Tokio, diseñado por Frank Lloyd Wright, es una obra arquitectónica que fusiona la visión del arquitecto con la rica tradición japonesa obtenida en muchos de sus viajes. Su construcción se completó en 1923, y el hotel se mantuvo en pie hasta su demolición en 1968. Wright fue comisionado para diseñar este nuevo hotel como una respuesta al crecimiento del desplazamiento de extranjeros en Japón en la época. El desafío era crear una estructura que pudiera alojar y satisfacer las necesidades de una clientela internacional, mientras que mantuviese una profunda conexión con la cultura y la estética japonesa. Wright abordó este desafío con una visión única y una profunda comprensión de ambas culturas.


"Finalmente llegó el alivio, un cambio de escenario, cuando, de inmediato, me llamaron para construir el Hotel Imperial en Tokio, Japón. Un encargo que incluía al arquitecto japonés Yoshitaki y al inteligente gerente del Hotel Imperial, Aisaku Hayashi. Ambos habían dado la vuelta al mundo en busca de un edificio modelo. Llegando al Medio Oeste, vieron las nuevas casas. Se interesaron de inmediato en ellas. Aunque estos edificios no tenían nada de japonés, pensaron que se verían bien en Japón. Así que vinieron al reconstruido Taliesin, Taliesin II, para conocerme". (Wright, 1945, 172.)


Una de las características más distintivas del Hotel Imperial es cómo el diseño del mismo se integra de manera única en el paisaje, “Wright admiraba abiertamente la íntima relación entre la casa japonesa y su jardín, y como han sugerido muchos escritores, este sentido de continuidad con el paisaje es claramente una de las características más importantes que su obra comparte con la arquitectura tradicional japonesa.” (Nute, 1993, 171). Él mismo, en uno de sus libros, explica que "no existía una forma realmente japonesa en sí, pero el conjunto estaba impregnado de unidad. Las crecientes proporciones eran acordes a la mejor tradición japonesa." (Wright, 1970, 331). La influencia de la arquitectura japonesa es evidente en el uso de materiales como la madera y la piedra, así como en la integración de espacios interiores y exteriores. Wright se esforzó por mantener la simplicidad y la elegancia, respetando la esencia de la estética japonesa, que valora la relación con la naturaleza en el diseño.

En el diseño del hotel, esta torre central, que alberga las habitaciones de huéspedes, recuerda a la estructura de una pagoda. “Originariamente las divinidades japonesas no tenían unos templos propios en que habitar. Los dioses del panteísmo primitivo tenían su morada en cualquier lugar de la naturaleza; podían habitar en donde más les gustase. Pero esas divinidades escogían frecuentemente, como sitios más apropiados para morar, [...]. Pero, en realidad, existieron edificios, que ponían de manifiesto una estructura y una belleza únicas”. (Hiroshi, 1968). Este elemento arquitectónico no solo es estético sino también funcional, ya que permite una vista panorámica de Tokio y se convierte en un punto focal de la estructura.

El hotel se convirtió en un punto de encuentro donde las culturas se entrelazaron. Así es como, “el nuevo Hotel Imperial, entonces, fue concebido por Wright para no ser completamente japonés ni completamente occidental, sino más bien un mundo en sí mismo, un lugar único donde los locales y los extranjeros podían encontrarse en igualdad de condiciones.” (Wright, 1938, 225). Se genera un enfoque orgánico en el edificio, logrando que la construcción se mimetice con el entorno, reflejando los paisajes que lo rodean. Wright genera terrazas y grandes ventanales que miran hacia el monte Fuji y el lago Ashinoko como parte de la búsqueda orgánica. El arquitecto importa conceptos de las Prairie Houses, como las líneas horizontales y su geometría, logrando destacar al edificio por más razones que simplemente ser una mezcla de conceptos. Se genera una fusión armoniosa entre los estilos arquitectónicos.

Es importante destacar que Wright incorpora elementos tradicionales japoneses como comodidades y tecnologías occidentales en el Hotel Imperial. Aparece la calefacción y ventilación como comodidades del edificio, elementos que no se utilizaban de la misma manera o en la misma escala en Japón que en Estados Unidos. De los elementos tradicionales, las puertas y los divisores corredizos son los más interesantes. Se generan espacios flexibles, concepto puramente japonés tradicional. En Estados Unidos aparece mucha arquitectura muraria, poco flexible, pero Wright incorpora estos elementos corredizos para darle diferentes usos a los espacios dependiendo de quienes los habiten. Además, usa techos de paja y columnas de madera, generando una conexión visual y simbólica con los materiales tradicionales de la región. Todo lleva a una coexistencia con mucho valor estético, ya que el edificio no se asemeja a un rompecabezas al que le faltan piezas, sino a un mosaico de pedazos de cristal.

Wright en el mismo libro habría declarado: "Un mundo en sí mismo comenzó a tomar forma en ese edificio de transición..." (p.224). Sus huéspedes internacionales experimentaron una arquitectura que fusiona lo familiar con lo exótico. Los elementos japoneses, como los jardines zen y la influencia de las casas tradicionales japonesas, se mezclaron con la comodidad y el lujo occidental. Este enfoque único crea una experiencia culturalmente rica para los visitantes. Además de su diseño arquitectónico, el Hotel Imperial también sirve como un centro de intercambio cultural. Alberga a visitantes de todo el mundo, desde turistas y diplomáticos hasta figuras culturales destacadas. Los espacios del hotel se utilizan para eventos culturales y sociales que promueven la comprensión y el intercambio entre culturas.

Este edificio se mantiene como un ejemplo sobresaliente de cómo la arquitectura puede actuar como un puente entre culturas. Aquí es donde se manifiesta la hospitalidad, a partir de la experimentación de una combinación de comodidades occidentales y la hospitalidad japonesa, conocida como "omotenashi” (proveniente del corazón). La visión de Wright de crear un lugar que fuera simultáneamente japonés y occidental logró una síntesis arquitectónica única.

Es así como el Hotel Imperial al igual que, por cercanía y esencia, la estación de Tokio, representan la fusión de la arquitectura occidental con elementos tradicionales japoneses, lo que los convierte en un testimonio del período de cambio y transformación en la historia de Japón. "Ningún extranjero invitado a Japón había renunciado a sus tradiciones en presencia de los japoneses. Cuando los extranjeros llegaban, lo que traían consigo desde sus lugares de origen también llegaba, fuera apropiado o no, y los japoneses, corteses y humildes como eran, aceptaban la ofrenda y se maravillaban. Las tradiciones de las bellas artes japonesas se encuentran entre las más nobles y puras en este mundo, otorgando el debido crédito a sus orígenes chinos. Mi instinto era no insultarlas." (Wright, 1977, 237.) Ambos espacios de confluencia y fluidez de personas extranjeras son hitos arquitectónicos donde invitan a la reunión e intercambio cultural de los mismos.



La popular forma de conexión con el mundo: la estación de tren de Tokio de Tatsuno Kingo.


La llegada del tren a Japón marcó una nueva e innovadora forma de transporte, en comparación a la que existía hasta ese momento. El tren en sí y su estación, son claras influencias “importadas” de Europa. Su maquinaria y materialidad metálica no se encontraban en este país, previo a esta llegada revolucionaria. El primer ferrocarril japonés de 1872 viajaba desde Shimbashi hasta Yokohama. Una vez que se lo incorpora en el sistema de transporte japonés, los servicios se empezaron a expandir hacia el norte y sudoeste. Durante este período de cambio y mestizaje con las grandes potencias, “Tokio también se caracterizaba como una de las ciudades que se encontraba en el centro de un rápido cambio y expansión, y la necesidad por tener una ferrovía que conecte el norte con el suroeste, cada vez era mayor.” (Masahiko Nakai, 2013, 1).

Un caso interesante sobre cómo la cultura occidental comienza a invadir la japonesa es la Estación de Tokio. Fue construida por Tatsuno Kingo (1854-1919), a quien se lo describe como el “padre de la arquitectura japonesa moderna”. Al realizar viajes por occidente, Kingo estudió de cerca la arquitectura occidental para luego llevar este conocimiento a Japón y aplicarlo en sus obras. La estación de Tokio, tanto por su estructura como por su materialidad, representa el estilo europeo de la arquitectura que se desarrolló en el período Meiji gracias a la mencionada apertura de Japón al mundo que permitió intercambios culturales. Es un claro ejemplo de cómo un edificio puede dialogar con occidente con su estética y su funcionalidad. Antes de la llegada del tren a Japón no era necesario construir estaciones ferroviarias. Éstas comienzan a aparecer después de 1872 para conectar el país con vías de tren, y la más importante de ellas toma un lenguaje europeo.

La Estación de Tokio se inaugura en 1914 y fue previamente llamada “Estación central” durante su etapa de construcción. Simboliza uno de los centros de la red ferroviaria nacional en Japón más importantes, contribuyendo al desarrollo del distrito comercial circundante, que funciona como el centro de Tokio. Por más que ésta estación fue construida por un arquitecto japonés, los hombres que hicieron los primeros esquemas fueron dos ingenieros alemanes, Franz Baltzer y Hermann Rumshottel. En 1903 Kingo retoma lo proyectado por los europeos y desarrolla en su totalidad la estación. Se la considera central ya que está ubicada en la capital del Japón Meiji y adopta un lenguaje europeo. La fachada es recubierta por ladrillos, predomina una dimensión horizontal y aparecen cúpulas para el ingreso de luz y demostrar la importancia del edificio para el gobierno japonés.

Si se realiza un análisis más arquitectónico, ésta edificación arquitectónica occidental, rodeada de su entorno oriental, muestra en todas sus fachadas, tanto en forma y materialidad, la total influencia de occidente en oriente. Para comenzar, a simple vista se identifican domos, estructuras de carácter renacentista religiosas. Si se la observa con ojos occidentales, se infiere que esos domos, o cúpulas, demuestran la relevancia de la Estación dentro de Tokio. Además, marcan las entradas o los espacios más importantes del edificio. A diferencia de las construcciones japonesas, las cuales son edificaciones que conviven con la naturaleza y transmiten paz y armonía, la estación occidental es totalmente lo contrario. Es un elemento con una escala inmensa, orden simétrico y materiales macizos. No se mimetiza con su entorno, no genera visuales amplias hacia algún atractivo de la naturaleza. El lenguaje del edificio es un reflejo casi perfecto de los edificios renacentistas o barrocos europeos, aunque la fachada está recubierta por ladrillos.

Haciendo énfasis en un orden de jerarquía desde el interior hacia el exterior, primero se encuentra un gran esqueleto estructural de hierro. Se utilizan perfiles metálicos originarios de Inglaterra en el siglo XVIII. En su interior se encuentran varias cúpulas las cuales son formadas y sostenidas por columnas y arreglos metálicos combinados con vidrio, material compañero del hierro inglés. Además, los pisos que recorren está obra son cerámicos occidentales y los colores que se usan en el interior de la edificación varían entre tonalidades más cálidas, como tonos amarillentos desaturados propio de este tipo de edificaciones. Esto logra un gran contraste con la arquitectura japonés de la época, ya que la mayoría de las estructuras tradicionales utilizaban madera.

En la parte exterior de la obra, los materiales predominantes son el ladrillo y la piedra. ambos de connotación occidental principalmente el ladrillo ya que fue creado el territorio occidental. Ante la apertura de Japón, productores japoneses, generalmente de cerámicos, crearon una producción local de este material en Japón ya que era viable pero por más que el ladrillo sea de un productor japonés, su esencia sigue siendo europea. Siguiendo el análisis externo de la obra, Tatsuno Kingo emplea una estructura simétrica, con una gran cúpula central y dos torres en los extremos. La cúpula central es un elemento arquitectónico distintivo es cual sirve de punto focal. Las torres que se encuentran debajo de los domos llevan relojes y elementos decorativos, elemento ornamental occidental. Al utilizar este tipo de materiales, la obra da una sensación de solidez y de empoderamiento.

Por más que la obra está rodeada y formada por puros elementos de origen occidental, Tatsuno Kingo incorpora elementos característicos de la arquitectura japonesa. Esto se ve reflejado en los detalles ornamentales como las tejas japonesas y las celosías de madera, que detalles a la estructura.

Es importante señalar que la estación de Tokio sufrió varias transformaciones y restauraciones a lo largo de los años, cómo después de la Segunda Guerra Mundial. También se realizó una restauración pero se preservó gran parte de su diseño original, conservando su importancia histórica y arquitectónica. Su última restauración fue en 2012 donde el mayor cambio lo padeció la partes superiores de las fachadas.



Identidad dual - Conclusión


ya va a llegar...



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