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San Pedro, Vaticano

La resignificación para la Iglesia Católica en los siglos XVI y XVII fue clave para poder difundir su mensaje y nueva imagen: “nosotros somos los que tenemos La Verdad, no la busquen en otras religiones”. Es una respuesta directa a la Reforma Protestante, inspirada por la Contrarreforma, y llevada a cabo (en principio) por Sixto V. No hubo rincón de Roma que no haya sido afectado por estas operaciones arquitectónicas y urbanas; iglesias, avenidas, fuentes, obeliscos, palacios y fachadas fueron utilizados a servicio del nuevo mensaje de la Iglesia.

 

En una sociedad que se encontraba en una aparente turbulencia religiosa y desafíos a su autoridad, la Iglesia buscó reafirmar su dominio espiritual y político a través de la arquitectura y el arte barroco.

Para la Iglesia Católica, utilizar estas características arquitectónicas como medio de expresión y propaganda resultó ser una táctica exitosa. Los obeliscos, las fuentes y las fachadas recibieron nuevos significados simbólicos que representaban la majestuosidad y la gloria de la Iglesia. Estos componentes se convirtieron en grandiosas representaciones visuales de la fe católica que tenían como objetivo despertar la reverencia y la devoción entre los fieles y aumentar la autoridad eclesiástica.


Para producir un impacto emocional y espiritual en los espectadores, se empleó la exuberancia y el dinamismo característicos del estilo barroco. Los obeliscos se erguían como símbolos de la relación entre el poder terrenal y el divino, mientras que las fuentes brotaban agua en un gesto de purificación y renacimiento. Las fachadas también estaban adornadas con relieves y esculturas que representaban santos venerados y escenas bíblicas.

Los ejemplos mencionados durante el trabajo (el obelisco de San Pedro, la capilla Chigi y la Fontana di Trevi) son casos puntuales que muestran tres tipos diferentes de resignificación a favor de la Iglesia. Pero un caso puntual en el que se encuentran estos tres diferentes tipos de resignificación es en San Pedro. La Catedral y la plaza en frente de ella conforman una imagen Barroca completa. A la catedral se le hizo una nueva fachada, teatralizando este espacio religioso, con elementos decorativos característicos barrocos. La plaza es conocida por su obelisco, el cual fue trasladado por la ciudad reforzando el poder de la Iglesia y la importancia del peregrinaje dentro de la religión. En la misma plaza se encuentra una fuente construida por Bernini, gemela de una más antigua dentro de la iglesia, que dialoga con la idea de pureza que se encuentra en otras fuentes en toda la ciudad de Roma.


En este proceso de resignificación, Roma se convirtió en un escenario de exhibición de la grandeza y el poderío de la Iglesia Católica, atrayendo a peregrinos y creyentes de todo el mundo. La arquitectura barroca de la ciudad se convirtió en una herramienta para la propaganda religiosa, reforzando la imagen de Roma como la sede del catolicismo y fortaleciendo la autoridad papal.

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