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Grupo 7

Construcción de una identidad

Actualizado: 10 nov 2023

Japón Occidentalizado

 

Índice

 


Abstract


El trabajo investiga las diferentes maneras de construir identidad en Japón Meiji durante el siglo XIX, y cómo estas sirven para introducirse en el mundo moderno occidental. Se toman dos casos de estudio en donde se ve reflejada esa búsqueda y se intenta demostrar cómo las elecciones de los arquitectos dialogan con diferentes públicos. El Hotel Imperial de Wright apela a un grupo reducido de viajeros mientras que la Estación de Tokio de Kingo llama a las masas de la población. Aunque son edificios muy diferentes, se ve que ambos son propaganda gubernamental y ambos intentan evidenciar la relevancia de Japón en el mundo moderno. Se remarcan las formas en las que los edificios manifiestan la formación de los arquitectos y las intenciones del gobierno para mostrarse contemporáneos e insertarse en la mirada de occidente.


 

Estampa japonesa de la locomotora de vapor en la costa de Yokohama, dibujada por Utagawa Hiroshige III, 1874. Imagen donde se resume la influencia de occidente dentro de oriente, en este caso Japón con su llegada del tren. La diversidad de banderas, los barcos de carácter extranjeros y las vestimentas occidentalizadas son reflejos de Japón en el siglo XIX.


 

La llegada de la modernidad a Europa y América en el siglo XIX genera una ola de búsquedas de nuevas identidades. Un ejemplo de esta búsqueda de diferentes formas de identificación es Japón en la era Meiji (1868-1912), en donde el emperador genera diferentes tipos de identidades para destacar en el mundo moderno: una más popular y otra más para élites. Japón entra en una etapa de gran cambio y modernización, con un claro objetivo de convertir al país en una potencia económica mundial. Se busca ser el país más avanzado y occidentalizado; ser una potencia mundial a la par de occidente. Esta modernización y “occidentalización” son característicos de este período. Aparece una búsqueda internacional del conocimiento, una apertura de fronteras para aprender sobre el mundo más allá de Asia. Esto lleva a la creación de escuelas de arquitectura occidentales en Japón, que importan conceptos desde Europa que son aplicados en el país.

“La apertura de mercados y relaciones comerciales con [occidente] ha servido de impulso para algunas importantes iniciativas oficiales.” (David Almazán, 2003, 2). A partir de esta apertura de fronteras ciertos sectores de la industria y economía japonesa toman un nuevo valor. La xilografía japonesa aparece como forma de propaganda y expresividad del gobierno. Se ve una influencia occidental reflejada en el arte y arquitectura, así como en ciertos avances tecnológicos. Hay autores que deciden dejar de lado la tradición oriental, tomando técnicas completamente occidentales. Hay otros que repudian lo moderno y deciden dedicarse solamente a lo tradicional. Pero la mayoría de los casos muestran una mezcla de culturas: comienzan a aparecer imágenes con técnicas occidentales (como el óleo), pero con colores y tramas orientales, y viceversa.

Esta apertura de fronteras y búsqueda de occidentalizar Japón viene de la mano de la idea de formar una identidad propia del gobierno Meiji. Al buscar competir con potencias mundiales, se le exige a la población una especie de juramento de lealtad al gabinete. “Las demandas que los Estados imponen a sus ciudadanos han ido aumentando de forma considerable, mientras que la habilidad de los ciudadanos para sustraerse a estas demandas ha disminuido de forma dramática. Por lo tanto, tenemos hoy la necesidad de desarrollar incentivos para que el ciudadano se identifique individual y colectivamente con el Estado.” (Hobsbawm, 1992; 8). El siglo XIX japonés se ve mercado por esta iniciativa de que el ciudadano mantenga una relación con el gobierno Meiji, que se lleva a cabo con el propósito de crear una identidad moderna, occidentalizada, en el país.

La búsqueda de una nueva identidad moderna japonesa se ve reflejada en la arquitectura, con su tecnología, lenguaje y la funcionalidad de los edificios. Es una indagación de parte del gobierno Meiji, pero no es nueva. Históricamente las dinastías que llegan al gobierno eliminan referencias a la dinastía anterior. El gobierno Meiji sigue la tradición de los gobiernos anteriores. Se busca generar una nueva identidad japonesa, crear obras occidentales y promover pinturas y técnicas de occidente, para así crear una imagen diferente a los emperadores anteriores. Aquí es donde se ven reflejadas las dos identidades casi opuestas que empieza a construir el gobierno. La identidad moderna popular se ve reflejada con los avances tecnológicos, la llegada del tren y la promoción de la xilografía. La identidad para élites aparece en edificios con funciones específicas: hoteles para visitantes extranjeros, bancos con estéticas clásicas.

Dos ejemplos de las identidades que busca construir el emperador Meiji son el Hotel Imperial de Frank Lloyd Wright y la Estación de Tokio de Tatsuno Kingo. Se ven dos arquitectos con ideas distintas, que construyen diferentes edificios para diversas funciones, pero ambas coinciden en ser el reflejo de la identidad que el gobierno pretende presentar al mundo. Tatsuno Kingo edifica con estéticas tomadas de los historicismos occidentales,importando su conocimiento desde Europa. Wright, nativo de un país occidental, se encuentra fascinado por oriente. Diseña hibridando ambas maneras de construir y estéticas, trazando edificios que reflejan esa mezcla en su estética. El Hotel Imperial y la Estación de Tokio, al ser edificios públicos y estatales, funcionan como propaganda de la modernización japonesa hacia todo el mundo, gracias a esta creación de identidad dual de lo más popular y lo más elitista.



 


Imagen del jardín interno del Hotel Imperial.


El Hotel Imperial de Tokio, diseñado por Frank Lloyd Wright, es una obra arquitectónica que fusiona la visión del arquitecto con la rica tradición japonesa obtenida en muchos de sus viajes. Su construcción se completa en 1923, y el hotel se mantiene en pie hasta su demolición en 1968. Wright es comisionado para diseñar este nuevo hotel como una respuesta al crecimiento del desplazamiento de extranjeros en Japón en la época. El desafío era crear una estructura que pudiera alojar y satisfacer las necesidades de una clientela internacional, manteniendo una profunda conexión con la cultura y la estética japonesa. Wright aborda este desafío con una visión única y una profunda comprensión de ambas culturas.



"Finalmente llegó el alivio, un cambio de escenario, cuando, de inmediato, me llamaron para construir el Hotel Imperial en Tokio, Japón. Un encargo que incluía al arquitecto japonés Yoshitaki y al inteligente gerente del Hotel Imperial, Aisaku Hayashi. Ambos habían dado la vuelta al mundo en busca de un edificio modelo. Llegando al Medio Oeste, vieron las nuevas casas. Se interesaron de inmediato en ellas. Aunque estos edificios no tenían nada de japonés, pensaron que se verían bien en Japón." (Wright, 1945, 172.)


El Hotel Imperial.


Luego de la posguerra, con la promulgación de las casas privadas al estilo europeo, surge una dicotomía donde se plantea la suplantación de la tradición japonesa, donde se la jacta de estar desintegrada y virtualmente inservible. Lo cual lleva a pensar que no es casual que Frank Lloyd Wright haya sido el arquitecto occidental elegido para construir el hotel. Más allá de su procedencia natal, es un arquitecto que no deja sueltos cabos a la hora de saber que quiere y necesita el cliente. Y en este caso, entiende esta problemática planteada principalmente por los nativos orientales.

Como el arquitecto remarca en el artículo “In the cause of architecture” de la revista The architectural record, “[…] si el arquitecto es lo que debería ser, con su técnica lista, trabaja conscientemente para el cliente, idealiza el carácter del mismo y sus gustos, y logra que sienta que el edificio es suyo, hasta tal punto que realmente puede decir que preferiría tener su propia casa que cualquier otra que haya visto.” (Wright, 1908, 162). Esto lleva a profundizar en la intención de Wright al diseñar el edificio, en cómo sin banalizar la tradición local, aplica su impronta arquitectónica dándole énfasis al juego entre la obra y su entorno natural.

Una de las características más distintivas del Hotel Imperial es cómo el diseño del mismo se integra de manera única en el paisaje, “Wright admiraba abiertamente la íntima relación entre la casa japonesa y su jardín, y como han sugerido muchos escritores, este sentido de continuidad con el paisaje es claramente una de las características más importantes que su obra comparte con la arquitectura tradicional japonesa.” (Nute, 1993, 171). Él mismo, en uno de sus libros, explica que "no existía una forma realmente japonesa en sí, pero el conjunto estaba impregnado de unidad. Las crecientes proporciones eran acordes a la mejor tradición japonesa." (Wright, 1970, 331). La influencia de la arquitectura japonesa es evidente en el uso de materiales como la madera y la piedra, así como en la integración de espacios interiores y exteriores. Wright se esforzó por mantener la simplicidad y la elegancia, respetando la esencia de la estética japonesa, que valora la relación con la naturaleza en el diseño.


Imágees del interior del Hotel.


En el diseño del Hotel Imperial, esta torre central que alberga las habitaciones de huéspedes hace referencia a la estructura de una pagoda. “Originariamente las divinidades japonesas no tenían unos templos propios en que habitar. Los dioses del panteísmo primitivo tenían su morada en cualquier lugar de la naturaleza; podían habitar en donde más les gustase. Pero esas divinidades escogían frecuentemente, como sitios más apropiados para morar, [...]. Pero, en realidad, existieron edificios, que ponían de manifiesto una estructura y una belleza única”. (Hiroshi, 1968). Este elemento arquitectónico no solo es estético sino también funcional, ya que permite una vista panorámica de Tokio y se convierte en un punto focal de la estructura. Esto convierte a la pieza central en una metáfora de la comunión entre el edificio habitacional y el edificio sagrado sin perder de vista su entorno donde tanto hace énfasis .


En este gif podemos observar en su totalidad los componentes que caracterizan al hotel, desde su materialidad hasta su estructura.


El hotel se convierte en un punto de encuentro donde las culturas y extractos sociales se entrelazan. Los extranjeros que llegan a Japón durante la era Meiji son principalmente comerciantes, misioneros, diplomáticos y expertos técnicos que contribuyen al proceso de modernización del país. También hay una presencia militar extranjera en Japón, especialmente después de la apertura de puertos como resultado del Tratado de Kanagawa en 1854. Es importante destacar que, aunque existe una apertura a la influencia occidental, esto genera tensiones y desafíos, ya que algunos sectores de la sociedad japonesa se resisten a estos cambios.

Así es como, “el nuevo Hotel Imperial, entonces, fue concebido por Wright para no ser completamente japonés ni completamente occidental, sino más bien un mundo en sí mismo, un lugar único donde los locales y los extranjeros podían encontrarse en igualdad de condiciones.” (Wright, 1938, 225). Se genera un enfoque orgánico en el edificio, logrando que la construcción se mimetice con el entorno, reflejando los paisajes que lo rodean. Aquí es donde se manifiesta la hospitalidad, a partir de la experimentación de una combinación de comodidades occidentales y la hospitalidad japonesa, conocida como "omotenashi” (proveniente del corazón). La visión de Wright de crear un lugar que fuera simultáneamente japonés y occidental logra una síntesis arquitectónica única.


Se muestra cómo el Hotel Imperial se mimetiza con su entorno.


Es importante destacar que Wright incorpora elementos tradicionales japoneses como comodidades y tecnologías occidentales en el Hotel Imperial. Aparecen la calefacción y ventilación como elementos de confort del edificio, piezas que no se utilizan de la misma manera o en la misma escala en Japón que en Estados Unidos en el siglo XIX. Se generan espacios flexibles, a partir de paneles corredizos, concepto puramente japonés tradicional. En Estados Unidos aparece mucha arquitectura muraria, poco flexible, pero Wright incorpora estos elementos corredizos japoneses al hotel para darle diferentes usos a los espacios dependiendo de quienes los habiten. Todo lleva a una coexistencia con mucho valor estético, ya que el edificio no se asemeja a un rompecabezas al que le faltan piezas, sino a un mosaico de pedazos de cristal.

Wright en el mismo libro declara: "un mundo en sí mismo comenzó a tomar forma en ese edificio de transición..." (p.224). Sus huéspedes internacionales experimentan una arquitectura que fusiona lo familiar con lo exótico. Los elementos japoneses, como los jardines zen y la influencia de las casas tradicionales japonesas, se mezclan con la comodidad y el lujo occidental. Este enfoque único crea una experiencia culturalmente rica para los visitantes. Además de prevalecer su diseño arquitectónico, funcionalmente alberga a visitantes de todo el mundo, desde turistas y diplomáticos hasta figuras culturales destacadas. Los espacios del hotel se utilizan para eventos culturales y sociales que promueven la comprensión y el intercambio entre culturas.

El Hotel Imperial de Tokio se convierte en un símbolo de la modernización y occidentalización de Japón. Su arquitectura y su estatus como un lugar de encuentro para figuras importantes contribuyen a la percepción de Japón como una nación industrializada y moderna en ese período. Así es como la Era Meiji marca un período en el que Japón se abre al mundo occidental y adopta ideas y tecnologías occidentales. Esto tiene un impacto significativo en la arquitectura japonesa, ya que se produce una fusión de estilos arquitectónicos tradicionales japoneses con elementos y técnicas occidentales.


Video explicativo del Hotel Imperial.


Es así como el Hotel Imperial al igual que, por cercanía y esencia, la estación de Tokio, representan la fusión de la arquitectura occidental con elementos tradicionales japoneses, lo que los convierte en un testimonio del período de cambio y transformación en la historia de Japón. "Ningún extranjero invitado a Japón había renunciado a sus tradiciones en presencia de los japoneses. Cuando los extranjeros llegaban, lo que traían consigo desde sus lugares de origen también llegaba, fuera apropiado o no, y los japoneses, corteses y humildes como eran, aceptaban la ofrenda y se maravillaban. Las tradiciones de las bellas artes japonesas se encuentran entre las más nobles y puras en este mundo, otorgando el debido crédito a sus orígenes chinos. Mi instinto era no insultarlas." (Wright, 1977, 237.) Ambos espacios de confluencia y fluidez de personas extranjeras son hitos arquitectónicos donde invitan a la reunión e intercambio cultural de los mismos.

Es importante mencionar que, aunque el Hotel Imperial y la Estación de Tokio sean ejemplos de la mezcla que se produce tras la importación de lo occidental en oriente, los edificios cumplen roles muy diferentes. El Hotel Imperial apela a la sociedad de élite en Japón: diplomáticos y viajeros. Esto se logra por Wright, ya que él es reconocido mundialmente. La construcción de este hotel puede quedar desapercibido bajo el peso que tiene en la arquitectura contemporánea del siglo XIX en todo el mundo. Esto es uno de los factores por lo que se lo conoce como un ícono moderno. Por otro lado, la Estación de Tokio hace memoria a un pasado Europeo. Kingo construye un edificio para el pueblo de Japón, para que llame la atención y se utilice más el ferrocarril, pero eso no lo pone en la mira del mundo occidental, ya que toma un lenguaje historicista. El uso de esta estética, casi copia de la Estación Central de Amsterdam, no convierte a Kingo en un ícono del modernismo. El hotel y la estación son edificios muy diferentes porque apelan a públicos muy diferentes, pero ninguno deja de ser revolucionario por utilizar diferentes lenguajes.



 

La estación de Tokio es construida por el arquitecto japonés Tatsuno Kingo en 1914. Se apropia de un estilo arquitectónico el cual no es característico de Japón. Su fachada y esqueleto estructural responden a un estilo de importación occidentalizada. A diferencia del Hotel Imperial de Wright, en la estación la modernidad se muestra a partir del historicismo. Esta obra arquitectónica representa un historicismo ecléctico, donde se intenta recrear una reproducción fiel a estilos arquitectónicos como el gótico, renacimiento y el barroco. Tatsuno Kingo fue enviado a Europa por parte del gobierno japonés a estudiar el estilo occidental para luego replicarlo en Japón. En el contexto en el que se encontraba Japón en el siglo XIX la estación de Tokio es un claro ejemplo de la arquitectura de “estilo Meiji”. Se puede decir que es una manifestación del historicismo arquitectónico en Japón durante este período de modernización y occidentalización.

La llegada del tren a Japón en 1872 marcó una nueva e innovadora forma de transporte, en comparación a la que existía hasta ese momento. Una vez que se lo incorpora en el sistema de transporte japonés, los servicios se empiezan a expandir hacia el norte y sudoeste. Durante este período de cambio y mezcla de culturas con las grandes potencias, “Tokio también se caracteriza[ba] como una de las ciudades que se encuentra en el centro de un rápido cambio y expansión, y la necesidad por tener una ferrovía que conecte el norte con el suroeste, cada vez es mayor” (Nakai, 2013; 1). Su maquinaria y materialidad metálica no se encontraban en este país previo a su llegada revolucionaria. Estos nuevos materiales se originan durante la Revolución Industrial (1760-1840). Aunque el edificio se encuentra situado en suelo oriental, su arquitectura no responde a su lugar de implantación lo cual delata la no existencia de un anclaje histórico de esta “tradición implantada”.


Estampa japonesa de la estación Shimbashi de Tokio 1875


La Estación de Tokio se inaugura en 1914 y es llamada “Estación central” durante su etapa de construcción. Simboliza uno de los centros de la red ferroviaria nacional en Japón más importantes, contribuyendo al desarrollo del distrito comercial circundante, que funciona como el centro de Tokio. Por más que esta estación haya sido construida por un arquitecto japonés, considerado “padre de la arquitectura japonesa moderna”, los primeros esquemas estructurales son realizados por dos ingenieros alemanes, Franz Baltzer y Hermann Rumshottel. En 1903 Kingo retoma lo proyectado por los europeos y desarrolla en su totalidad la estación.


Estampa japonesa de la estación de Tokio 1919


Tatsuno Kingo busca mostrar lo moderno con materiales nunca antes vistos en Japón. Intenta crear una nueva identidad japonesa a partir de la apropiación oriental de tradición importada. Hobsbawm, en su libro La Invención de la Tradición, plantea la creación de la tradición como “no solo es un fenómeno moderno, sino un componente vital en la construcción de identidades culturales y políticas." (Hobsbawm, 1983). Lo que desarrolla el autor es que cuando no existe una tradición que avale un impulso moderno, por lo tanto se la inventa. “El objetivo y las características de las tradiciones, incluyendo las inventadas, es la invariabilidad. El pasado, real o inventado, al cual se refieren, impone prácticas fijas (normalmente formalizadas), como la repetición.” (Hobsbawm, 1983; 8). Esto se ve reflejado en el caso de estudio a través de la importación de un lenguaje de historicismos eclécticos. Se construye una nueva identidad repitiendo y haciendo alusión a un pasado que no es el de Japón. La Estación de Tokio de Kingo es una réplica de la Estación Central de Amsterdam de Pierre Cuypers; el pasado del que habla el edificio se encuentra en Europa, no en Asia.

Realizando un análisis arquitectónico de la Estación de Tokio se puede ver que esta edificación arquitectónica occidental está rodeada de su entorno oriental. Se muestra en todas sus fachadas, tanto en forma y materialidad, la total influencia de los historicismos occidentales. Los domos que aparecen en la estación son el reflejo de estructuras renacentistas religiosas. Si se la observa con ojos occidentales, se infiere que esos domos, o cúpulas, demuestran la relevancia de la Estación dentro de Tokio. Además, marcan las entradas o los espacios más importantes del edificio. Nuevamente se demuestran características de un estilo arquitectónico que no pertenece a oriente. La Estación de Tokio aparece como el contrario de las construcciones japonesas que conviven con la naturaleza y transmiten paz y armonía. El edificio es un elemento con una escala inmensa, orden simétrico y materiales macizos. A diferencia del Hotel Imperial, la estación no se mimetiza con su entorno, no genera visuales amplias hacia algún atractivo de la naturaleza. El lenguaje del edificio es un reflejo casi perfecto de los edificios renacentistas o barrocos europeos, con una fachada recubierta por ladrillos.


Estos son algunas de las obras arquitectónicas más destacadas del historicismo ecléctico. A la izquierda se ve el Palacio Real de Madrid, España (1735). A la derecha se encuentra la Ópera Garnier de París (1875) .


Tatsuno Kingo se inspira de los estilos historicistas en sus viajes de estudio a Europa y lo importa a Japón. Este estilo es considerado nuevo para los japoneses, algo distinto, moderno, occidentalizado. Sin embargo, como se mencionó antes, la estación de Tokio es prácticamente un calco de la Estación Central de tren en Amsterdam. A simple vista se ve que las grandes torres, la simetría y materialidad aparecen en ambos edificios y son utilizados de la misma manera. Las torres y cúpulas para mostrar los espacios más relevantes del edificio. La simetría para enmarcar la entrada a la estación y remarcar su importancia. La materialidad como manera de darle un lenguaje más coloquial, no tan imponente en Amsterdam, mientras que en Japón es para mostrar lo innovador del material. No sólo se quiere importar y crear una nueva tradición e identidad en Japón en base a lo occidental, sino que este intercambio de culturas llega a un extremo de casi copiar lo existente en su totalidad, no lo toma solo como referencia.


La fotografía de la derecha pertenece a la Estación central de Ámsterdam y la fotografía de la derecha pertenece a la Estación de Tokio.


Comparación de la Estación de Tokio de Tatsuno Kingo con la Estación Central de Amsterdam de Pierre Cuypers.


Tomando un orden de jerarquía arquitectónica desde el interior hacia el exterior del edificio, se encuentra primordialmente un gran esqueleto estructural de hierro. Se utilizan perfiles metálicos originarios de Inglaterra en el siglo XVIII. En su interior se colocan varias cúpulas, las cuales son formadas y sostenidas por columnas y arreglos metálicos combinados con vidrio (material compañero del hierro inglés). Además, los pisos que recorren está obra son cerámicos occidentales. Los colores que se usan en el interior de la edificación varían entre tonalidades más cálidas, como tonos amarillentos desaturados propio de los historicismos. Esto logra un gran contraste con la arquitectura japonesa de la época, ya que la mayoría de las estructuras tradicionales utilizaban madera. Este esqueleto metálico estructural fue elegido como material principal en la obra por Tatsuno Kingo. Representa la modernidad y la tecnología, a nivel mundial, no solo en Japón. Sumado a eso, es especialmente novedoso en occidente ya que es un material originado e importado de occidente. Según Hobsbawm, “desde la revolución industrial, las sociedades se han visto obligadas por la naturaleza a intervenir, instituir o desarrollar nuevas redes de convenciones o rutinas determinadas de un modo más frecuente que las sociedades anteriores.” (Hobsbawm, 1983; 9).


Primera foto de 1911, obra en construcción donde se aprecia el esqueleto estructural metálico. Segunda foto de 1914, día de apertura.


Benévolo destaca la capacidad de los arquitectos japoneses para sintetizar elementos tradicionales y modernos de manera creativa, desarrollando un estilo único que combina la rica herencia arquitectónica japonesa con las influencias extranjeras. La estación de Tokio es un claro ejemplo de esto, ya que combina y cruza estilos arquitectónicos distintos integrándose en un todo. Con los elementos decorativos sostiene la alusión al pasado japonés tradicional, mientras que con la estructura evoca a un futuro occidental que está siendo construído en todo el mundo. No obstante, la aparición de estos pequeños detalles tradicionales japoneses no hace que la estación sea más oriental. Si se los compara con el resto del edificio, quedan casi en gestos, algo más superficial para que no sea una construcción ajena al pueblo japonés. Son necesarios para atraer a las masas, tanto las personas que aprueban del estilo occidental como los que se identifican con lenguajes más tradicionales orientales, sin que genere disrupciones en la sociedad. Al fin y al cabo, la Estación de Tokio apela a las masas, no a un grupo selecto de personas.


Las fotografías son de los comienzos de la estación luego de su apertura (1914). Muestran la interioridad de la Estación.


En la parte exterior de la Estación de Tokio, los materiales predominantes son el ladrillo y la piedra. Ambos dialogan con occidente, principalmente el ladrillo, ya que fue popularizado en la construcción por occidente. Ante la apertura de Japón, ciertos productores japoneses, generalmente de cerámicos, crean una elaboración local de este material en Japón. Sin embargo, por más que el ladrillo sea de producción japonesa, su esencia sigue siendo europea y conversa más con los lenguajes de los historicismos occidentales que con cualquier tradición japonesa. Kingo agrega elementos occidentales en la fachada exterior de la obra (aparecen los domos con sus relojes y otros elementos ornamentales) pero también hace una intervención con detalles regionales (como las tejas japonesas y las celosías de madera). Genera una fusión de lenguajes, dándole primacía a lo importado por sobre lo local para no interrumpir su mensaje de modernización en Japón. Retoma esta idea de atraer a múltiples grupos sociales, sin generar conflicto, apacentando ambos lados del discurso arquitectónico, tal como lo hace con el interior del edificio.

En este gif podemos observar en su totalidad los componentes que caracterizan a la estación de Tokio, desde su materialidad, su estructura hasta sus restauraciones.


Morfológicamente, Tatsuno Kingo emplea una estructura simétrica, con una gran cúpula central y dos torres en los extremos del edificio. La cúpula central es un elemento arquitectónico distintivo, el cual sirve de punto focal. Atrae la mirada de los ciudadanos hacia la entrada del recinto, haciendo más atractivo el viaje en tren. Es un llamado de atención a la parte central del edificio. Las torres que se encuentran debajo de los domos llevan relojes y elementos decorativos, elementos ornamentales occidentales. Al utilizar este tipo de materiales, la obra da una sensación de solidez y de empoderamiento. Esto se amplifica con el hecho de que el edificio tome una primordia horizontal, agarrándose del suelo sin buscar crecer en altura. Al ver un edificio largo y bajo, los ciudadanos confían más en su estabilidad y en su relevancia en el dibujo urbano de la ciudad de Tokio- no toca una pequeña superficie de piso, sino que ocupa lugar en el terreno. Tatsuno Kingo fuerza la incorporación de elementos característicos de la arquitectura japonesa por más que la obra esté formada por elementos de origen occidental, para que dialogue con el público japonés.

Aquí se evidencia la simetría de la Estación de Tokio.


Nuevamente, la simetría, las cúpulas, el ladrillo y los elementos decorativos no se encuentran en Japón hasta el siglo XIX. ¿Por qué Japón toma una postura firme de crear una identidad nueva que no le pertenece con el uso de estos lenguajes y estéticas occidentales? Debido a esta gran apertura al mundo exterior e importación de culturas y estilos, Japón obliga a sus arquitectos a crear algo nuevo, distinto; mostrar está nueva etapa y lo que conlleva. Se buscan nuevas formas de llegar a las masas para que se identifique al gobierno con esta postura progresista, con la idea de tener un pie en occidente y otro en oriente. Es la manera del gobierno Meiji de acertar su relevancia en la historia de las dinastías japonesas, de destacar en el siglo XIX, no solo en Japón y su historia sino que en todo el mundo.


 


La identidad es la base de toda construcción social moderna en las ciudades. Hace y deshace sociedades y las maneras en las que las personas se relacionan con el espacio. No es menor que en el siglo XIX esté marcado por búsquedas y construcciones de identidad a lo largo de todo el mundo. Esta decisión consciente, que en múltiples casos es tomada por el gobierno, de crear una nueva identidad para poder pertenecer al mundo comienza a afectar todos los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, pero la elección de tomar esa identidad o no queda en las manos de las personas. “La gente opta por pertenecer a un grupo de identidad, pero se trata de una elección basada en la convicción, defendida con vigor y concebida con esmero” (Hobsbawm, 1983; 116). Esto no significa que se deje de lado una identidad cuando se adopta otra, no es necesario. Se puede vivir identificándose con dos o más grupos de personas diferentes. En Japón, los ciudadanos son japoneses, pero con el Emperador Meiji se les presenta la oportunidad de ser modernos al mismo tiempo.

La identidad occidentalizada en Japón es un ejemplo de cómo aparece gracias al gobierno. Se ve reflejado específicamente en la arquitectura de la época. Las formas tradicionales de construcción, la estética japonesa antigua, ceden ante la presión de la occidentalización a la hora de construir edificios gubernamentales. Hay casos en los que se logra un mestizaje de los estilos, buscando aparentar más atractivos para el público japonés para que no genere choques en la sociedad. El Hotel Imperial de Frank Lloyd Wright es un claro ejemplo de este cruce entre culturas, aunque no haya sido un edificio para el público japonés sino para élites. En otros casos, la estética importada sobrepasa la tradicional japonesa y el edificio toma una forma completamente occidental como es el caso de la Estación de Tokio. Este edificio está pensado para el público, para que se vea como publicidad para los ciudadanos japoneses. Ambas construcciones son maneras de incorporar lo occidental en Japón, formas de construir esta nueva identidad.

Esta identidad que crea el gobierno Meiji toma todos los aspectos de la arquitectura. Sin embargo, se puede ver que esta construcción queda en la superficie: hay edificios y propagandas que apuntan a convencer a la sociedad de que tiene que ser occidental, pero la esencia de la población no cambia. Si tomamos el concepto de Frampton que habla sobre la regionalización crítica, "El regionalismo crítico podría definirse como la meditada conciencia de un lugar que busca expresarse a través de la construcción de un edificio, aunque siempre relacionado con un contexto social particular.”, podemos ver cómo este autor hace hincapié en la importancia de este enfoque más profundo y reflexivo que busca una síntesis entre la autenticidad y la crítica de las tradiciones regionales, buscando una arquitectura que sea sensible a su contexto local y cultural, pero al mismo tiempo cuestiona las limitaciones y problemáticas de esa herencia regional.

Por lo tanto, si se hace un análisis de ambas obras, cuál es la más genuina a la hora de apegarse al concepto de tradición y regionalismo crítico?. El hotel Imperial con su esencia Japonesa pero su arquitecto occidental o la estación de Tokio con sus fachadas y materiales al estilo occidental construido por el arquitecto japonés?. Lo que se puede concluir es que el corazón japonés late aunque se le coloque una máscara occidental. “El hecho de que los asimilados acepten una nueva identidad no necesariamente significa que nieguen la antigua” (Hobsbawm, 1992; 11). Japón comienza a tornarse moderno, toma conceptos e ideas occidentales, pero su cultura continúa siendo fuerte, no deja que lo europeo invada y erradique el núcleo de la sociedad.



 


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