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Sacralización de los Espacios

El concepto de sacralizar los espacios se desprende de la conexión de lo abstracto con lo concreto. La tradición japonesa no solo siente divinidad hacia las estatuas, sino que también se aferra a otros elementos.

En el budismo se plantea que “la vida misma es un intervalo, que según la idea de la transmigración y el ciclo continuo de muerte y renacimiento se ve encadenada a otras vidas que se generan sucesivamente una tras otra” (Ignacio Aristimuño; 2023; p44), concepto que se ve reflejado en la arquitectura de manera perfecta.

En un principio esta relación se materializa a partir de los pilares, los cuales se encuentran en los edificios cumpliendo más allá de una función estructural. De esta forma se puede ver como los pilares ofrecen características de ornamentación que justifican su función espiritual. Al pasar de los años, este concepto del pilar fue evolucionando hasta llegar a la pagoda, la cual “se parece a un pilar, y de hecho es un pilar ornamentado” (Ignacio Aristimuño; 2023; p38).

 

En el caso de la vivienda, los elementos citados se ven reflejados donde “la existencia diaria se sacraliza, reivindicando la formalización del espacio doméstico como reflejo del orden cósmico a la escala del hombre.” (Nadia Vasileva; 2020; p189). Se ve un núcleo central rodeado por un anillo y a fines del período Edo aparece la sucesión de espacios para generar un “espacio en movimiento” (Ignacio Aristimuño; 2023; p42), que habla del ciclo de la existencia del budismo: la reencarnación de la persona una y otra vez reflejada en un espacio que continúa en otro.

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